Soledad Lorenzo, directora, Arquitectura y Diseño 177
La huella del tiempo sobre la piel de un mueble usado tantas veces, el pequeño defecto que hace exclusivo cualquier objeto hecho a mano, la luz que amarillea las hojas de los libros, la grieta silenciosa que surca la madera con los años… La perfección de lo imperfecto, de lo que es irrepetible y que se experimenta com más intensidad cuanto más tiempo lleva pegado a nuestra vida, como las personas que amamos.
Buscábamos en este número la definición de lo que es una casa “com alma”, esos espacios reconfortantes marcados por un halo especial y que los ingleses califican con un adjetivo intraducible, pero tan expresivo como es “cosy”.
Nos pusimos al habla com ocho profesionales que dedican sus días a crear lugares para la vida de los demás para que nos desvelaran su secreto. Todos nos hablaron de memoria, de esencia, de arrugas, de la biografia de los objetos, del calor de las historias.
En esse hilo invisible que a veces, de forma milagrosa, une el argumento de los temas que se ensamblan en el cuerpo de una revista llegó a nosotros un libro increíble sobre artesanos españoles y entendimos que reforzaba la reflexión de lo que la beleza se cobija en la diferencia y en el esmero por alcanzar algo especial. Y la acumulación de sus frutos a lo largo de una vida en el espácio de una casa genera algo mágico. Mejor cuanto más verdadero y vivido. Objetos, recuerdos, muebles, tejidos y materiales que han perdido ese algo aséptico y sin vida de lo que es nuevo, unidos por la pátina genial de haber sido disfrutados y contemplados tantas veces que ya no se parecen a ninguno de sus iguales.
Lo imperfecto es la vida. Por eso, aunque idealmente buscamos su contrario, en realidade lo amamos porque lo entendemos mejor y nos hace sentir en casa.